La tecnología puede ayudarnos contra la pandemia, pero no olvidemos sus peligros



Unsplash/Robin Worrall, CC BY-SA
La tecnología está ocupando un lugar cada vez más importante en nuestras vidas durante el confinamiento. En el ámbito laboral nos ha permitido continuar el trabajo. En el ámbito personal, reducir de la mejor forma posible la obligada distancia social. En definitiva, nos permite llevar mejor estas semanas.
El uso de la tecnología puede además ayudar en este punto de la pandemia para conocer mejor la situación actual. Esta es una de las claves para poder tomar decisiones informadas y, por extensión, mas acertadas sobre los próximos pasos a seguir.
En este sentido, podríamos hablar de dos puntos importantes. El primero es la obtención de la información. La expansión de los teléfonos móviles inteligentes nos otorga una ventana de oportunidad única.
Por ejemplo, son varias las iniciativas que buscan el obtener de la forma más precisa los contactos que tenemos. Apple y Google han llegado a un acuerdo para implementar un protocolo que permita la comunicación entre los dispositivos de las dos compañías. De esta forma, pueden ayudar a los gobiernos a crear un registro de personas con las hemos estado.
La Unión Europea está trabajando también en esta misma línea, a través del proyecto Pan-European Privacy-Preserving Proximity Tracing. Este proyecto busca promocionar normas, tecnología y servicios adoptando un enfoque de preservación de la privacidad total.
Este proyecto incluye entre sus iniciativas la Decentralized Privacy-Preserving Proximity Tracing. Los investigadores buscan crear un protocolo descentralizado, es decir, no existe una única organización que almacena toda la información sino que se distribuye entre los usuario. Este proyecto está siendo liderado por la investigadora española Carmela Troncoso desde la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza).
El segundo punto importante es el uso de esos datos mediante herramientas como la inteligencia artificial. Son varios los proyectos que se están llevando a cabo en este sentido. El Gobierno Vasco, junto con Sherpa.ai, ha desarrollado un sistema que, haciendo uso de la inteligencia artificial, intenta predecir la necesidad de UCI en los próximos días.
La Universidad de Granada ha desarrollado un modelo de inteligencia artificial para la detección de la COVID-19 en radiografías de tórax. Buscan de esta manera acelerar el diagnóstico de la enfermedad, permitiendo descartar la revisión de muchas de las pruebas a los médicos.
Investigadores de la Universidad de Cambridge, por su parte, están buscando donantes de voz para intentar desarrollar modelos predictivos. Su objetivo es ser capaces de determinar si una persona está infectada o no analizando su voz. Buscan una detección temprana de la enfermedad mediante, por ejemplo, una simple llamada telefónica.

Los tres gigantes dormidos

Todas estas soluciones tecnológicas presentan también una serie de peligros inherentes que no es posible obviar. Jonh Morrison, en su ponencia en el Global e-Sustainability Initiative (GeSI) definió lo que denominó como los tres “gigantes dormidos de la tecnología”: privacidad, consentimiento, y veracidad de los datos.
La privacidad y el consentimiento han sido objeto de debate en varias de estas tecnologías. De hecho, Google y Apple han cambiado su planteamiento inicial tras las presiones de varias organizaciones y organismos gubernamentales. La solución que están desarrollando es ahora más garante respecto al derecho a la privacidad de las personas.
El uso de un sistema de diagnóstico automático de la voz presenta a su vez distintos retos. Por ejemplo, podíamos implantar el sistema en un teléfono de atención al público en un hospital. Entonces surgen varias dudas. ¿Cómo podrán hacer valer su derecho aquellas personas que no quieran pasar por el sistema? ¿Cómo renunciar a pasar por el sistema? ¿Significa eso que no puedo usar estos teléfonos?
La veracidad de los datos es otro de los elementos importantes a la hora de hacer uso de estos sistemas. Sistemas como el que intenta predecir el nivel de uso de las UCIs presentan grandes dificultades. Para poder realizar predicciones precisas necesita una cantidad de datos representativas y de calidad. Tampoco se dispone de datos históricos con los que poder comparar la eficacia de los modelos diseñados. Esto dificulta el afinar los modelos y validar los resultados que se van obteniendo.
Otro aspecto que no debemos descartar la brecha que puede suponer el uso de todas estas tecnologías en la sociedad. Soluciones como la de seguimiento de contactos se basan principalmente en tener un teléfono inteligente, que no todo el mundo sabe usar o puede comprar. De nuevo, son los más vulnerables los que se pueden quedar fuera del sistema y sufrir de forma más severa las consecuencias.
De forma similar, los modelos de inteligencia artificial que se realicen deberán hacerse con modelos bien balanceados y que representen de forma adecuada a toda la sociedad. De esta forma se intenta mitigar los distintos sesgos que se pueden producir en su comportamiento. Por ejemplo, los sesgos de género en estos sistemas se suelen dar por estar mal representadas las mujeres en los distintos conjuntos de datos.
La tecnología puede ser una herramienta clave para mejorar el control y el conocimiento de la pandemia en diversos aspectos. Puede dar soporte a los expertos en la materia para ayudar a conocer mejor la situación y tomar las decisiones más adecuadas. Aún así, no por ello debemos confiar la solución de una situación tan compleja únicamente a la tecnología. Podemos pagar un precio muy alto por ello.
Borja Sanz Urquijo, Profesor Universitario asistente especializado en inteligencia artificial., Universidad de Deusto
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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